Martes 04 de Febrero. Media noche. Estoy en el auto de un amigo, detenidos en un semáforo de una avenida concurrida. El semáforo cambia a verde y doblamos a la izquierda, seguimos de frente, llegamos a mi casa, se estaciona.  

Todo andaba de lo más normal, estábamos acordando algunas cosas que haríamos al día siguiente cuando apareció lentamente un auto por detrás con las luces apagadas y se estacionó a nuestro lado: un patrullero.

El policía se queda cinco segundos mirándonos, inspeccionándonos desde su asiento. Nos mide, nos observa como si tuviésemos pinta de ser un buen botín.

-¿Y tú no sabes lo que es una luz roja? -dice el chofer policía en tono marcial.

-Buenas noches Señor. Disculpe pero no le entiendo. -mi amigo está contrariado, tratando de acordarse de la luz roja.

-Has dado una vuelta a la derecha en la avenida cuando estaba en luz verde, debiste parar porque al otro lado estaba en rojo… ¿o te han regalado el brevete? -el policía empezaba a ser brusco, poco amable.

-Jefe discúlpeme si he cometido esa falta. Sinceramente no me he dado cuenta. -mi amigo intenta excusarse, aunque sigue pensando en qué momento cometió la infracción.

-Bájese y traiga sus papeles. -vociferó el “tombo” mientras retrocedía y se estacionaba atrás.

Mi amigo empezó a buscar sus papeles por todos lados. En ese momento me acordé que las leyes lo estaban amparando y que él no debía bajar del auto bajo ningún motivo: Eran los policías los que debían acercarse. Además, pensé en que esos tipos quieren hacer su noche, sacar su “guita”, coimearnos.

–Todo estará bien, relaja. -le dije.

Sin embargo, más allá de la situación de que si existió una falta o no, me percaté de que el nivel de educación del policía promedio peruano es una burla gigantesca hacia la población.

Desde que el patrullero se acercó no escuché ni un solo “Buenas noches”, “por favor”, “gracias”, ni escuché que el policía se refiera a nosotros con respeto (Señor, Usted, etc.) sino que nos tuteaba como si fuésemos conocidos de años y su tono prepotente empezaba a incomodarme.

Pero en fin, en ese momento decidí no decir absolutamente nada porque mi amigo estaba entrando en crisis al no encontrar su billetera.

-Mi billetera huevón… ¿Tú la tienes? -mi amigo estaba a punto de llorar.

Unos minutos antes habíamos estado en casa de otro amigo, así que llamamos para saber si es que se había quedado ahí, pero no estaba. En la billetera estaba su licencia de conducir, sus documentos e identificaciones.

Sin más remedio bajó a explicarle la situación al policía.

-Señor, no tengo mi billetera. Dentro estaban mis papeles. O está en casa de mi amigo o se me ha caído en algún lado.

-Entonces vamos a tener que llevarlo a la comisaría.

-Podría revisar en el sistema que tengo todo en regla. Le puedo dar mis datos completos y puede verificar todo. Hable por radio a su base o a la central y pregunte. 

-Ya, ya chibolo… Súbete y vamos a la comisaría no más.

Mi amigo regresó al auto y me miró. Ambos sabemos que los policías quieren hacer lío donde no hay. Ambos sabemos que si entran al sistema pueden ver que mi amigo tiene licencia de conducir vigente. Sabemos que hoy en día no es necesario que te lleven hasta la comisaría porque existen métodos de envío de la información en los patrulleros (laptops integradas, tablets, celulares, etc.) pero también sabemos que buscan amedrentarnos, buscan decirnos que el auto ingresará al depósito, que eso cuesta un dineral y que por unas cuantas “lucas” bien repartidas entre ellos todo quedaría “solucionado”.

El patrullero enciende sus luces. Lo seguimos a la comisaría del sector. Al llegar nos indican que estacionemos frente a una casa.

-¿Está seguro? Esa es una cochera. -le digo al policía que había bajado de la patrulla.

El policía asiente con la cabeza y hace una seña con la mano en señal de que nos apuremos.

Al ingresar a la comisaría empezaron a hablar entre ellos en voz alta para que nosotros escucháramos la conversación. “Multa. Retención de licencia y vehículo. Esto le saldrá caro al chibolo. Si… ¿Eso saldrá como cinco mil soles?”

Mi amigo se hartó. Me pidió que marque un número y que pida hablar con su tío, que él sabría si todo ese rollo era legal o no.

Marqué el número pensando que su tío era abogado o que sabía algo de leyes. Me contestó y le expliqué la situación. Me pidió el número de la comisaría y el nombre del comisario.

Suena el teléfono de la comisaría. Es el tío de mi amigo. Los policías hablan por teléfono y hablan entre ellos. De pronto entra un hombre por la puerta con la cara cortada y con la ropa sucia.

-¿El auto negro es de ustedes? Porque está estacionado en un garaje y no puede estar ahí.

-Pero los mismos policías nos dijeron que estacionemos ahí.- Le explico.

-Sí, pero tienen que moverlo pe, sino el de la jato se molesta.- Insiste con voz autoritaria, como si ese fuese su territorio.

Miré alrededor a ver si algún policía salía a darme la razón pero todos estaban en lo suyo.

-Señor no me puedo mover de aquí hasta terminar esto, además el señor (señalando al policía) me ha dicho que estacione ahí. -mi amigo empezaba a perder la paciencia.

-Por si acaso en este barrio las llantas "se desinflan solas” si no mueven los autos. -amenazó el vagabundo.

Miré nuevamente alrededor y los policías seguían sin inmutarse. Acababan de amenazarnos con pincharnos las llantas frente a cinco policías y ellos seguían viendo cuáles eran las faltas de tránsito, sacando cuentas de cuanto sumaban las multas y hablando con el tío de mi amigo.

Entonces perdí la paciencia.

-¡Y yo te puedo reventar la cabeza por payaso si tocas ese auto, ¿Entendiste?!- Lo dije con voz enérgica y agregué hablando hacia todos los presentes. –Estamos en una comisaría, entra este infeliz amenazando con destrozar propiedad privada y ¿Ninguno hace algo al respecto? ¡Por eso andamos jodidos!

Los policías estaban callados mirándome estupefactos, imagino que pensaban en si debían meterme a la carceleta o no, sin embargo optaron por seguir en lo suyo como si nada hubiese pasado, como si no hubiese dicho nada, como si no estuviesen a punto de desinflar las llantas de un auto fuera de su dependencia. El vagabundo se retiró y desapareció de la calle.

Mientras tanto, la llamada estaba llegando a su fin. El tío de mi amigo les dice algo y se despiden.

-¿Así que éste es Coronel? Veamos si el huevón de verdad existe. Revisen los datos del supuesto coronel y revisen si el chibolo tiene licencia (¿Por qué no lo revisaron en la laptop del patrullero inteligente?).

Se van en grupo y salen a los dos minutos, pálidos: Mi amigo tiene licencia vigente y su tío coronel sí existe.

Uno de los policías se acerca con cara de miedo. Sabe que estuvo a punto de ganarse su baja en la institución.

-Perdone señor (Primera vez en la noche que les escucho referirse con respeto hacia alguno de nosotros), vaya con cuidado y trate de recuperar sus documentos o de hacer las denuncias pertinentes. Es peligroso que ande sin su licencia. Evite pasar un mal momento como este.

-Gracias, es usted muy amable.- Le dijo mi amigo. Yo miraba la escena sin poder creer el cambio de actitud.

En ese momento me percaté que los policías se habían olvidado de que mi amigo "supuestamente" había cometido una infracción, y pensé que estos “tombos” querían jodernos, que estaban aburridos y vieron a un par de “chibolos” en un carro y pensaron que podían asustarnos y sacarnos dinero. Es más, cuando mi amigo les dijo que no tenía su billetera pensaron en el en el premio mayor.

-Si deseas podemos hacer las denuncias en esta comisaría para que puedas gestionar tus documentos mañana en la mañana. -agregó el policía.

-No se preocupe, haré los trámites y denuncias en la comisaría que está por mi casa. -le dijo mi amigo.

En fin, subimos al auto y mi primera reacción fue decirle a mi amigo que era un imbécil por llamar a su tío Coronel, que mientras se opte por llamar a algún contacto la impunidad permanecerá incrustada en la Policía: a las finales eso era un mal manejo de influencias.

Sin embargo si no hubiese hecho esa llamada hubiésemos estado toda la noche ahí llamando a abogados o de lo contrario estaríamos sin dinero por la "ayudita" que hubiésen pedido los amigos policías para que nos dejen ir.

Ellos nunca aceptarían que no hubo infracción (debido a que esa intersección está mal señalizada y los semáforos están mal sincronizados) ni aceptarían que es muy fácil revisar la vigencia de las identificaciones desde la laptop del patrullero sin necesidad de llevarte hasta la comisaría o de amenazar con confiscar tu auto y multarte por no tener tus documentos en ese momento (A cualquiera se le puede perder la billetera o salir apurado y olvidarlos).

En medio de tanta podredumbre uno termina por embarrarse un poco si quiere salir de un problema como tal.

También le dije que me pareció irónico que los policías primero hayan sido insolentes, soberbios y malcriados, y luego se hayan transformado en las personas más amables y educadas del mundo, serviciales y dispuestas a ayudarnos con los trámites.

Mi amigo enciende el auto y sobreparamos al lado del patrullero que nos detuvo.

Clavé la mirada en el mismo policía que nos trató mal al momento de la detención y le di una clase básica de educación. Bajé la luna del auto y con un tono gentil le dije:

“Que tenga buenas noches, Oficial”